El Papa Francisco lo ha llamado “pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres, testigo heroico del Reino de Dios, Reino de justicia, fraternidad y paz”.
Por Francisco Bobadilla Rodríguez. 24 mayo, 2015.La figura del ahora beato Óscar Romero (1917-1980), puesto como ejemplo de los mejores hijos de la Iglesia, es una manifestación palpable de que la Providencia no deja de estar presente en la historia de los pueblos. Pasó en El Salvador y, también, entre nosotros, durante el terrorismo de Sendero Luminoso. Los años setenta de Latinoamérica estuvieron surcados por la convulsión social e ideológica, en donde las opciones políticas se polarizaron grandemente. El discurso racional y la acción medida, típicas de la política griega, cedieron lugar al fuego cruzado de fusiles, cuyo saldo fue la muerte de miles de personas tanto en El Salvador como en el Perú.
Este ambiente de tensión social fue el que vivió Mons. Romero, especialmente, en los tres últimos años de su vida, justo desde el momento en que es nombrado arzobispo de San Salvador. Difícil, todo difícil, porque ¿cómo se puede ser santo en medio de las desigualdades sociales, la cerrazón del gobierno para encontrar soluciones a los problemas y la furia de la guerrilla alentada por la ideología marxista? ¿Cómo ser padre de todos los salvadoreños, de derechas, de izquierdas; de arriba y de abajo? ¿Cómo tener un corazón a la medida del de Cristo para que alcancen todos allí? Se me viene a la mente aquel verso del poeta alemán Hölderlin: “donde está el peligro, allí surge también la salvación”. Y así fue, el beato Óscar Romero fue la respuesta de salvación en ese panorama hiriente y confuso, y lo hizo como un heroico hijo de la Iglesia hasta dar su vida como lo hacen las grandes almas: con los brazos extendidos en la Eucaristía y, como única protección, la casulla que llevaba puesta aquella tarde en que fue asesinado mientras celebraba la Santa Misa.
El Papa Francisco lo ha llamado “pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres, testigo heroico del Reino de Dios, Reino de justicia, fraternidad y paz”. Por ahí hay que ir para conocer en toda su extensión la sencilla y fascinante vida de este beato. Y si hace unos meses, lo que teníamos era una oscura figura del pastor, prácticamente monopolizada por quiénes han querido ponerlo como una adalid de la teología de la liberación y promotor de los grupos revolucionarios; ahora surge con pulcritud la figura del beato en su profundo sentido cristiano de la vida que le llevó a promover la justicia y a mostrar con obras la predilección de Cristo por los más humildes y necesitados.
Su biógrafo, el profesor Roberto Morosso, resalta “que sus lecturas eran básicamente documentos del Magisterio, textos de patrística, comentarios bíblicos y vidas de santos. A sus colaboradores les decía que no había necesidad de recurrir a enfoques teológicos novedosos o liberadores, sino basarse y actuar conforme a las bienaventuranzas. Romero, apenas leía sobre teología de la liberación. Le llegaron algunos textos como regalo, pero permanecieron visiblemente sin abrir en sus estantes. Dedicaba mucho más tiempo a la oración que las lecturas especializadas”.
El beato Óscar Romero ha dejado innumerables textos de su predicación, además de un maravilloso diario, que hablan de su honda espiritualidad. Creía más en los hombres nuevos que luchan por arrancar de sí mismo el pecado individual que en estructuras nuevas. El día anterior a su asesinato dijo: “¡Qué fácil es denunciar la injusticia estructural, el pecado social! Y es cierto todo eso, pero ¿dónde están las fuentes de ese pecado social? En el corazón de cada hombre (…) Y en la Cuaresma, este es el llamamiento de Dios: ¡Convertíos!, individualmente. No hay aquí entre todos los que estamos, dos pecadores iguales”.
El Cardenal Angelo Amato, durante su homilía en la Misa de beatificación, señaló que el nuevo beato “ha sido la luz del mundo y la sal de la tierra. Sus perseguidores han desaparecido y han sido olvidados, pero Romero continúa iluminando a los pobres y marginados de la tierra” y lo es porque se ha convertido en un salvadoreño universal.
Entrevista: “Monseñor Óscar Romero: La persona más allá del mito”
Entrevista a Juan Pablo Sánchez, estudiante de Derecho de la Universidad de Piura. En los últimos meses se ha dedicado a investigar sobre la figura de Monseñor Óscar Romero.
Artículo: “Monseñor Romero fue un hombre de Dios”, por Mons. Joaquín Alonso
Mons. Joaquín Alonso (Sevilla, 1929), licenciado en Derecho y doctor en Derecho Canónico, convivió en Roma con san Josemaría y trabaja desde hace años junto al prelado del Opus Dei. Lleva 62 años en la capital italiana, donde además es Consultor Teólogo de la Congregación para las Causas de los Santos.
Bibliografía sobre Mons. Óscar Romero
Recogemos algunos títulos sugeridos para conocer la vida y obra del nuevo beato.